La idea es simple, el color blanco evita que la radiación solar se convierta en calor, y de este modo contrarresta los efectos del cambio climático. Si aplicamos este principio en las áreas urbanas significa que mucho del calor que queda atrapado en la atmósfera sería reflejado al espacio, así evitaríamos el efecto isla de calor que es generado por las ciudades, ya que estas retienen el calor en las construcciones y pistas.
Además, también habría beneficios económicos para los usuarios, ya que en verano sus hogares y oficinas se mantendrían más frescos y esto reduciría el uso de aire acondicionado, lo que disminuiría entre 10 a 20 por ciento el consumo de electricidad.
Si se aplicara este principio en las principales ciudades del mundo reduciríamos en gran parte el problema del calentamiento global. Solo pintar los techos y calles de las 10 ciudades más grandes del mundo equivale a quitar los carros del parque vehicular por 11 años.
¡Si queremos hacer algo por nuestro planeta esta es una manera fácil que representa una gran ayuda para la salud de nuestro mundo!